La educación sería la primera de las fases para hacer de un perro un buen perro
de terapia. Cualquier can debe saber comportarse y se le tiene que
enseñar a jugar
correctamente, debe tener su sitio para la comida, el recreo y el descanso,
debe
enseñársele a no subirse encima de la gente, eliminar en lugar adecuado,
pasear
tranquilo sin tirar de la correa, etc. Pero en el caso de un espécimen
que queramos
dedicar a la terapia mucho más.
La segunda fase del entrenamiento sería la habituación a los estímulos que
podrá tener en los entornos terapéuticos y los materiales técnicos que
se encontrará
en los mismos como sillas de ruedas, andadores, muletas o bastones. El
perro debe
acostumbrarse a los posibles gritos de los niños, conductas de fuga,
aleteo y palmeo de
las manos que pueden realizar algunas personas con autismo y en
definitiva a todo
tipo de actitudes y formas de comunicación atípica o brusca que él debe
percibir como
algo normal, por tanto, no tiene que tener reacción algún ante estos
comportamientos. Es imprescindible que el perro tolere otros
comportamientos o
acciones en las que se pueda ver en un futuro para que no se estrese en
las sesiones,
como pueden ser: apretones en el hocico, tirones de cola u orejas,
caricias fuertes y
con diferentes presiones (suele pasar mucho con personas que tienen
parálisis
cerebral), pisadas en la cola o las patas... Hay que pensar que algunas
personas que
tienen alguna discapacidad (por ejemplo, discapacidad intelectual)
pueden reaccionar
de forma impredecible ante la presencia del animal. La forma de
conseguir esta
habituación sería mediante el juego y el refuerzo de las actitudes que
queremos
fomentar (tranquilidad) ante estos estímulos.
El adiestramiento de
habilidades propiamente
dicho es la tercera fase del
entrenamiento y se realizaría una vez el perro ha madurado, lo que hace
que tenga
una ampliación en su capacidad de aprendizaje súbito que suele suceder
en torno al
año o año y medio. Esto no significa que no pueda empezar a introducirse
en el
adiestramiento de órdenes sencillas al perro mucho antes. En torno a los
cuatro o
cinco meses es posible canalizar la atención del perro a través de
estímulos positivos y
enseñarle órdenes sencillas que sirvan para evitar un castigo, por
ejemplo, podemos
reorientar la excitación propia de un cachorro a través de una orden
corta como
“sienta” o “sit” para poder premiar la conducta alternativa. Hay muchas
variables
implicadas a este respecto y veremos individuos más predispuestos que
otros en
función de la raza (las tallas pequeñas maduran antes que las grandes),
el sexo (la
hembra madura antes que el macho) y el temperamento del individuo.
Esta fase de adiestramiento puede durar entre 4 y 8 meses, aunque
dependerá
de las características del perro, del guía… y debe ser diaria en
sesiones cortas de no
más de 5 ó 10 minutos en las que preferentemente usaremos el aprendizaje
en
positivo para sí tener mayor efecto en las personas.
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